Imagina una Isla…
Con este lema, bajo unas condiciones climáticas envidiables para la mayoría del planeta, la Isla de Gran Canaria ha servido de punto de mira para una nueva escala; de este circuito mundial, ya consolidado de manera definitiva como referente del panorama Trail Running.
Al comenzar mi crónica, me gustaría citar una frase célebre del arte de la guerra, ya que sin duda para mí, esta edición no se caracterizó por cómo empecé… sino por cómo acabé…
Así como el agua no tiene una forma estable, no existen en la guerra condiciones permanentes
Sin lugar a dudas, las condiciones vividas fueron determinantes una vez más para intentar alcanzar la medalla Finisher, acreedora de haber finalizado la segunda edición de la K42 Gran Canaria.
Tras un viaje relámpago desde la Isla Picuda de Tenerife, desembarcamos una vez más mi amigo Isidro Casanova y yo, a un nuevo compromiso con el Trail Running Canario; la Isla Redonda de Gran Canaria se presta a su antojo con innumerables pruebas a lo largo del año, con lo cual es de agradecer poder elegir entre tan variopinta selección. La oportunidad de repetir escenario nuevamente, era apetecible para contrastar los tiempos realizados el pasado año y por supuesto esa era la verdadera finalidad de nuestra sociedad. Así pues, tras recoger en la tarde del viernes 2 de abril nuestro dorsal, seguimos nuestro protocolo de actuación buscando un lugar donde cenar una buena pizza y elegir un sitio ideal donde aparcar la furgoneta y descansar de la manera más tranquila posible, cercana al lugar de celebración de la K42.
Amaneció el sábado 3 de abril, tras el siempre costoso desayuno madrugador, rumbo a la zona de carrera, a la que llegábamos de manera inmediata. Aparcar la furgo, cambio de indumentarias y hacia la salida… El sonido de los melenudos australianos de los hermanos Young, empezaba a repicar con fuerza en nuestros oídos y al tono, de Are you Ready… comenzábamos la tan anhelada carrera.
Un ritmo cómodo en el comienzo, dio paso a otro más alegre con el paso de los minutos. Habíamos dejado atrás Maspalomas y hasta nuestro regreso, no volveríamos a deslumbrar sus tan codiciadas playas, la carrera seguía nuevamente su trazado original, los fuertes temporales acaecidos en meses anteriores, sólo hicieron rectificar el trazado de la K21, por el contrario nosotros seguiríamos igual; con el paso de los minutos, la pista con ligero ascenso pasaría a otros de un desnivel mayor, que exigía dosificar y como no, poder contemplar la belleza de estos lares. Por el hecho de competir , no hay que olvidar que a nuestro paso, dejábamos atrás lugares tan relevantes de nuestra historia canaria, como la Necrópolis Aborigen de Arteara, el mayor yacimiento aborigen de nuestros antepasados y por tanto una referencia a ser mencionada en esta crónica. La carrera proseguía su ascenso y mi ritmo era bastante óptimo, los minutos seguían cayendo a mi favor y mi posición era bastante buena en relación al pasado año, como buen escalador hice alarde de mis cualidades, ya que en la bajada mi maltrecha rodilla me diría los ritmos obligados a los que tendría que someterme; lo que no imaginaba era, lo que llegaría entorno a kilómetro 17. Con lo peor del ascenso finiquitado, el estómago iba a darme un golpe bajo y se iba alzar de manera rotunda y desafortunada para mí; el fuerte dolor repentino haría que en cuestión de metros necesitase una parada obligatoria y urgente, pensé que después de lo sucedido volvería a coger el ritmo y que iba a ser algo temporal… nada de eso, no podía correr, en nada que el estómago se viese saltando, el dolor era severo y por tanto decidí caminar hasta el segundo avituallamiento en el Km 21.
Afectado por la situación, llegaba al avituallamiento y bastante desanimado me planteé mí retirada… en un ir y venir de pensamientos, sentí al diablillo que había revoloteando en mi cabeza decir: Basilio, no abandones, si de una manera sensata para mi salud y para la organización podía proseguir mi marcha aunque fuese caminado, así lo haría. Por supuesto, había una meta a perseguir y no iba a ser otra que concluir mi décima maratón, ahora ese era mi único objetivo. Me dediqué a disfrutar mucho más de la belleza paisajística de esta zona sur de la isla, con sus espectaculares barrancos y su repleta presa de la Gambuesa al fondo, proseguía mi descenso particular, deseando que mi fatigado estómago mejorara algo y así poder entrar en el Barranco de los Vicentes y Fataga, con las garantías suficientes de conseguir llegar a meta, por supuesto que tendría que realizar dos paradas obligatorias más, el estómago mandaba...je, je, je. Así fue, llevadero por momentos, pude animar a proseguir a los y las que me adelantaban, no podía hacer otra cosa que dejar paso y dar ánimos, bueno, así también pude ir alejando de mi cabeza las malas sensaciones y atrás quedaban los kilómetros que hacían más próximos los 42 que tanto ansiaba; así llegué a meta, ardua tarea la llevada a cabo, bajo el único propósito de conseguir encadenar 10 maratones, por fin estaba en meta con mi medalla al cuello, ahora tocaba recuperar mi estómago para intentar celebrar mi objetivo, no iba a dejar escapar una buena cervecita fría como gran festejo… me tuve que esperar a la tarde noche, pero ya no habían prisas… el regreso a la Isla Picuda iba a ser una larga travesía en barco y ese era el momento del gran disfrute…
Como dije al empezar, en esto de las carreras de montaña, no es cómo uno empieza… sino como se acaba… y la adaptación al medio y a la situación fue mi gran valedora a la hora de completar la distancia del gran Filípides, una vez más el TRIPTO estuvo allí…
Y para concluir, felicitar a la organización y a los/as voluntarios/as por su implicación desde principio a fin, el amigo Pablo tiene en sus manos, uno de los trazados más variados que se le puede pedir a una carrera de esta índole… ya espera el 2011… habrá que volver para sacarnos esa pequeña y gustosa espina…
Seguimos corriendo… y como al comienzo… Are you Ready?
Por Basilio Bravo
Con este lema, bajo unas condiciones climáticas envidiables para la mayoría del planeta, la Isla de Gran Canaria ha servido de punto de mira para una nueva escala; de este circuito mundial, ya consolidado de manera definitiva como referente del panorama Trail Running.
Al comenzar mi crónica, me gustaría citar una frase célebre del arte de la guerra, ya que sin duda para mí, esta edición no se caracterizó por cómo empecé… sino por cómo acabé…
Así como el agua no tiene una forma estable, no existen en la guerra condiciones permanentes
Sin lugar a dudas, las condiciones vividas fueron determinantes una vez más para intentar alcanzar la medalla Finisher, acreedora de haber finalizado la segunda edición de la K42 Gran Canaria.
Tras un viaje relámpago desde la Isla Picuda de Tenerife, desembarcamos una vez más mi amigo Isidro Casanova y yo, a un nuevo compromiso con el Trail Running Canario; la Isla Redonda de Gran Canaria se presta a su antojo con innumerables pruebas a lo largo del año, con lo cual es de agradecer poder elegir entre tan variopinta selección. La oportunidad de repetir escenario nuevamente, era apetecible para contrastar los tiempos realizados el pasado año y por supuesto esa era la verdadera finalidad de nuestra sociedad. Así pues, tras recoger en la tarde del viernes 2 de abril nuestro dorsal, seguimos nuestro protocolo de actuación buscando un lugar donde cenar una buena pizza y elegir un sitio ideal donde aparcar la furgoneta y descansar de la manera más tranquila posible, cercana al lugar de celebración de la K42.
Amaneció el sábado 3 de abril, tras el siempre costoso desayuno madrugador, rumbo a la zona de carrera, a la que llegábamos de manera inmediata. Aparcar la furgo, cambio de indumentarias y hacia la salida… El sonido de los melenudos australianos de los hermanos Young, empezaba a repicar con fuerza en nuestros oídos y al tono, de Are you Ready… comenzábamos la tan anhelada carrera.
Un ritmo cómodo en el comienzo, dio paso a otro más alegre con el paso de los minutos. Habíamos dejado atrás Maspalomas y hasta nuestro regreso, no volveríamos a deslumbrar sus tan codiciadas playas, la carrera seguía nuevamente su trazado original, los fuertes temporales acaecidos en meses anteriores, sólo hicieron rectificar el trazado de la K21, por el contrario nosotros seguiríamos igual; con el paso de los minutos, la pista con ligero ascenso pasaría a otros de un desnivel mayor, que exigía dosificar y como no, poder contemplar la belleza de estos lares. Por el hecho de competir , no hay que olvidar que a nuestro paso, dejábamos atrás lugares tan relevantes de nuestra historia canaria, como la Necrópolis Aborigen de Arteara, el mayor yacimiento aborigen de nuestros antepasados y por tanto una referencia a ser mencionada en esta crónica. La carrera proseguía su ascenso y mi ritmo era bastante óptimo, los minutos seguían cayendo a mi favor y mi posición era bastante buena en relación al pasado año, como buen escalador hice alarde de mis cualidades, ya que en la bajada mi maltrecha rodilla me diría los ritmos obligados a los que tendría que someterme; lo que no imaginaba era, lo que llegaría entorno a kilómetro 17. Con lo peor del ascenso finiquitado, el estómago iba a darme un golpe bajo y se iba alzar de manera rotunda y desafortunada para mí; el fuerte dolor repentino haría que en cuestión de metros necesitase una parada obligatoria y urgente, pensé que después de lo sucedido volvería a coger el ritmo y que iba a ser algo temporal… nada de eso, no podía correr, en nada que el estómago se viese saltando, el dolor era severo y por tanto decidí caminar hasta el segundo avituallamiento en el Km 21.
Afectado por la situación, llegaba al avituallamiento y bastante desanimado me planteé mí retirada… en un ir y venir de pensamientos, sentí al diablillo que había revoloteando en mi cabeza decir: Basilio, no abandones, si de una manera sensata para mi salud y para la organización podía proseguir mi marcha aunque fuese caminado, así lo haría. Por supuesto, había una meta a perseguir y no iba a ser otra que concluir mi décima maratón, ahora ese era mi único objetivo. Me dediqué a disfrutar mucho más de la belleza paisajística de esta zona sur de la isla, con sus espectaculares barrancos y su repleta presa de la Gambuesa al fondo, proseguía mi descenso particular, deseando que mi fatigado estómago mejorara algo y así poder entrar en el Barranco de los Vicentes y Fataga, con las garantías suficientes de conseguir llegar a meta, por supuesto que tendría que realizar dos paradas obligatorias más, el estómago mandaba...je, je, je. Así fue, llevadero por momentos, pude animar a proseguir a los y las que me adelantaban, no podía hacer otra cosa que dejar paso y dar ánimos, bueno, así también pude ir alejando de mi cabeza las malas sensaciones y atrás quedaban los kilómetros que hacían más próximos los 42 que tanto ansiaba; así llegué a meta, ardua tarea la llevada a cabo, bajo el único propósito de conseguir encadenar 10 maratones, por fin estaba en meta con mi medalla al cuello, ahora tocaba recuperar mi estómago para intentar celebrar mi objetivo, no iba a dejar escapar una buena cervecita fría como gran festejo… me tuve que esperar a la tarde noche, pero ya no habían prisas… el regreso a la Isla Picuda iba a ser una larga travesía en barco y ese era el momento del gran disfrute…
Como dije al empezar, en esto de las carreras de montaña, no es cómo uno empieza… sino como se acaba… y la adaptación al medio y a la situación fue mi gran valedora a la hora de completar la distancia del gran Filípides, una vez más el TRIPTO estuvo allí…
Y para concluir, felicitar a la organización y a los/as voluntarios/as por su implicación desde principio a fin, el amigo Pablo tiene en sus manos, uno de los trazados más variados que se le puede pedir a una carrera de esta índole… ya espera el 2011… habrá que volver para sacarnos esa pequeña y gustosa espina…
Seguimos corriendo… y como al comienzo… Are you Ready?
Por Basilio Bravo
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