(cuelgo un artículo de Raúl García Castán actual campeón de Europa de Carreras por Montaña)
Hay días en que se acuesta uno como Agamenón y a la mañana siguiente se levanta como su porquero. Incluso hay días en que termina uno sintiéndose, casi, casi, como un cochino mas de la piara del porquero, fíjate.
Hoy es lunes, lo que significa, según la lógica circular e inexorable que rige el universo, que ayer fue domingo. Pero no un domingo cualquiera: Ayer fue día de batalla. -Ustedes disimulen, si me pongo épico-. Y me sonrió la victoria.
Hoy me quedan el recuerdo y una copa (El deporte es la única actividad en la que tener una copa de más, no supone menoscabo ni deshonra) y muchas agujetas, que también son un recuerdo: así como el cerebro tiene su memoria, las agujetas son la memoria del cuerpo.
Ayer fueron el agasajo y la gloria; y la admiración y las palmadas en la espalda. Hoy, al caer el telón, vuelvo a mi papel de figurante, de extra de la vida cotidiana. Ayer fueron los laureles; hoy el pan nuestro de cada día. Ayer fui un intocable - un inalcanzable, mejor dicho, al menos para mis rivales-. Hoy soy, de nuevo, un paria. Ayer Héroe; hoy, otra vez, villano.
Uno –como todos- topa en el fragor de la cotidianeidad con las trabas del burócrata, con la incomprensión del leguleyo, con la soberbia del patrón de turno. Y en tales ocasiones se fragua en mi interior sordamente, quedamente, una rebelión entre proletaria y deportiva, y quisiera vestir de nuevo el disfraz de semidios -calzón corto y camiseta- y gritar: ¡eh! ¡Que yo soy yo: el chico de ayer! Pero cobro consciencia de la incomunicación entre ciertos prototipos de la raza humana. De la ausencia de conexión entre determinados universos paralelos. Considero con fatiga la dificultad de convencer a este interlocutor ocasional, cercano físicamente, pero tan remoto en lo emocional, de que un deportista no es únicamente aquel que sale en el telediario, va en Ferrari a entrenar, y vive rodeado de tías buenas.
Acepto al fin que ayer fue ayer, y hoy por hoy, los héroes van vestidos de bombero y no en calzón corto. Y uno, que coño, es de carne y hueso. Sobre todo hueso.
“Ayer se fue; mañana no ha llegado/hoy se esta yendo sin parar un punto/soy un fue, y un será, y un es cansado” escribió un tal Quevedo, tipo que bordaba esto de la cosa metafísica.
Hoy es lunes, lo que significa, según la lógica circular e inexorable que rige el universo, que ayer fue domingo. Pero no un domingo cualquiera: Ayer fue día de batalla. -Ustedes disimulen, si me pongo épico-. Y me sonrió la victoria.
Hoy me quedan el recuerdo y una copa (El deporte es la única actividad en la que tener una copa de más, no supone menoscabo ni deshonra) y muchas agujetas, que también son un recuerdo: así como el cerebro tiene su memoria, las agujetas son la memoria del cuerpo.
Ayer fueron el agasajo y la gloria; y la admiración y las palmadas en la espalda. Hoy, al caer el telón, vuelvo a mi papel de figurante, de extra de la vida cotidiana. Ayer fueron los laureles; hoy el pan nuestro de cada día. Ayer fui un intocable - un inalcanzable, mejor dicho, al menos para mis rivales-. Hoy soy, de nuevo, un paria. Ayer Héroe; hoy, otra vez, villano.
Uno –como todos- topa en el fragor de la cotidianeidad con las trabas del burócrata, con la incomprensión del leguleyo, con la soberbia del patrón de turno. Y en tales ocasiones se fragua en mi interior sordamente, quedamente, una rebelión entre proletaria y deportiva, y quisiera vestir de nuevo el disfraz de semidios -calzón corto y camiseta- y gritar: ¡eh! ¡Que yo soy yo: el chico de ayer! Pero cobro consciencia de la incomunicación entre ciertos prototipos de la raza humana. De la ausencia de conexión entre determinados universos paralelos. Considero con fatiga la dificultad de convencer a este interlocutor ocasional, cercano físicamente, pero tan remoto en lo emocional, de que un deportista no es únicamente aquel que sale en el telediario, va en Ferrari a entrenar, y vive rodeado de tías buenas.
Acepto al fin que ayer fue ayer, y hoy por hoy, los héroes van vestidos de bombero y no en calzón corto. Y uno, que coño, es de carne y hueso. Sobre todo hueso.
“Ayer se fue; mañana no ha llegado/hoy se esta yendo sin parar un punto/soy un fue, y un será, y un es cansado” escribió un tal Quevedo, tipo que bordaba esto de la cosa metafísica.
(César González)
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