La Challenger

25 octubre, 2010


Por dónde empezar. A uno simplemente le gusta la montaña y estas carreras son, la mayoría de las veces, una excusa para poder conocer rincones accesibles sólo a pie. Está claro que no hace falta torturar las piernas 82 kilómetros para ver un bonito paisaje, pero esa es otra historia, quizás más personal y sacrificada. Soy, prácticamente, un novato en este mundo, pero tengo claro lo que me mueve a participar en carreras de este tipo. Es la misma energía, los mismos motivos, la misma curiosidad que nos empuja desde niños a saber qué hay detrás de la puerta, a querer subir hasta la azotea más alta del barrio, o simplemente a intentar averiguar de dónde vienen y hacia dónde van los aviones que surcan el cielo. Con los años, mientras las azoteas del barrio se quedan bajitas y las estelas de los aviones ya poco sorprenden, las montañas siguen siendo inaccesibles; siguen estando ahí (como de manera tan concisa afirmó Edmund Hillary cuando le preguntaron por qué quería subir hasta la cima del Everest). Somos, a pesar de las comodidades del mundo moderno, aventureros natos que buscan los “huecos blancos” de un mapa que va más allá de la insultante claridad de Google Earth (un programa poco hecho para exploradores victorianos, que marcaban sobre el interior del continente africano el destino de su próxima expedición tan solo por el hecho de estar en blanco, sin relieve, sin referencias, y sin nombres)
De esto va todo. Los kilómetros y los desniveles no tienen nada que ver con el impulso de la curiosidad humana. Cada uno tiene en la cabeza su mapa particular, con sus pequeños “huecos blancos”, y cada uno es un explorador victoriano en caravana hacía la conquista de relieves mudos. La distancia, la dureza, y el recorrido de esa caravana no son datos a tener en cuenta cuando lo que prima es el descubrimiento.
Les dejo algunas imágenes y sensaciones que quedan para el recuerdo:
-Una guagua hacía lo desconocido.
-La cara asustada de Rafa en la salida y los comentarios entre ambos de no saber si habíamos tomado la decisión correcta al apuntarnos a esta carrera.

-La alegría, y el nerviosismo contagioso de José.
-La seriedad y la tensión de los segundos previos a la salida.
-El “¿voy bien o voy mal a este ritmo?”.

-La mirada eterna al suelo durante las dos horas nocturnas para evitar cualquier tropezón.
-El sonido hueco de las pisadas de más de 100 personas subiendo por un sendero; el sonido agudo del golpe de varios bastones contra el suelo.

-En un lugar perdido, encontramos un recoveco menos aislado gracias a los ánimos y las fotos de Los Bichillos.
-La Presa de las Niñas al amanecer. Mirada arriba y vemos el Nublo y Las Nieves.

-Los ánimos de los que se quedan atrás, y los ánimos a los que nos dejan atrás.
-Las botellas de ron del avituallamiento a los pies del Roque Nublo.
-Toño Calzadilla subiendo tranquilamente al Pico de La Nieves comiendo una manzana mientras José y yo sufríamos para mantener su ritmo.
-Idaira esperándome en el avituallamiento de Las Nieves. Y en la Caldera de Los Marteles, y en Santa Brígida, y en La Angostura, y en Las Palmas.

-Los gritos de un corredor encerrado en La Caldera de Los Marteles, sin saber por donde salir.
-Las dichosas balizas; los dichosos cruces sin señalizar; la sensación de hastío y el efecto desmoralizador de estar perdido por tercera vez.
-Los vecinos que indican bien, y también, por qué no, los
que sin querer, nos metieron en un lío macanudo.
-El arranque rabioso de piernas y orgullo que hierve cuando vuelves a encontrar el camino.
-La sonrisa de la chica del avituallamiento de Tenteniguada. Nos ofrece agua y nos regala un “van entre los diez primeros”.
-El “¿dónde está Rafa? Espero que no se haya perdido”
-Una Santa Brígida vacía. Un par de locos buscando el camino.
-Barranco-piedras-barranco-piedras-barranco-piedras, y José tira por mí. 14 kilómetros de silencio y cansancio hasta el Pérez Galdós. La Avenida hasta la meta había que correrla. Tiro por José.
-El arco amarillo y negro de la meta. Aplausos anónimos de caras borrosas.
-Al final pude con el ritmo de José. Él, pensará que pudo con el mío. Cosas de no estar en las piernas del otro.
-Llegada sin hambre, sin sed, sin ganas de pensar.
-La triste retirada de Rafa. Jodido y convencido de la gran carrera que tenía en las piernas. Como se nota que el estómago no corre; siempre busca protagonismo en el lugar más inoportuno.
-Llamadas, mensajes, felicitaciones de otros aventureros curiosos que saben lo importante que es
rellenar los “huecos blancos” del mapa.
Y aunque suene rimbombante, excesivo, y a tópico caduco, el reto no es sólo competir. Es llegar. No sólo hay compañerismo, hay también altas dosis de soledad y contemplación sin artificios. Vacío y resignación. Alegría e inconsciencia. Y el amargo sabor del día después. ¿Queda algo más del interior de África por explorar?
Miguel A. Rodríguez Villar

10 comentarios:

Hola Chaval!

Me ha gustado mucho tus palabras, una crónica muy emotiva y bella. Ya tengo más ganas de correr y de abrir esa puerta hacia lo desconocido. No dejes de escribir, yo te lo agradeceré.

Saludos!

J. David

Jose Carlos dijo...

Muy muy buena Miguel,tanto el Relato como la experiencia que expones en ella, seguro que todos hemos o creemos haber "participado" al leer la misma,ademas de felicitarles por la eupenda carrera que habeis realizado.
"No hay ningún viento favorable para el que no sabe a que puerto se dirige" sabemos que vosotros teneis buena brujula, salu2

Adan H.G. dijo...

Preciosa crónica y mejor carrera Miguel, que grande eres como deportista y mejor persona. Sigue así amigo, no cambies.
Felicidades.

Adán

Emilio dijo...

¡Qué buena tu crónica Migue!

La gente que no corre, a veces me pregunta -¿Y no te aburres tantas horas corriendo?

Y yo me pregunto, ¿cómo se los explico? Hay que sentirlo...

Anónimo dijo...

Me alegro de que les haya gustado el rollo. Un saludo a todos. Miguel A.

Esteban Siverio dijo...

Gracias por tu crónica, has conseguido que los que como yo estamos empezando en esto, nos emocionemos con tu relato.Muchas Feliciades y a seguir rellenando los huecos blancos del mapa.

Javi dijo...

¿Pero Hillary no era la prima del príncipe de Bel-Air? ;)
Creo que tu descripción de la carrera consigue lo que no hacen las fotos ni los videos de Internet, que es transportarte a las auténticas sensaciones que se viven en una ultra. Muy interesante tu capacidad descriptiva. Si algún día llego a las tantas de la mañana a mi casa y no encuentro una explicación satisfactoria para mi mujer, creo que te llamaré. A euro la palabra.

Ya te lo dije por email Miguel. Me encantó la crónica. Reflejas esos sentimientos e ideas que se nos pasan por la cabeza durante las pruebas pero que en muchas ocasiones no somos capaces de trasmitir.
Además a partir de ahora, después de cada carrera nos morderemos las uñas esperando por las fotos y los videos de los Bichillos y además por tu crónica.
Por cierto lo único que desentona de toda la crónica es el "título", se ve que no es de tu cosecha.
Un abrazo campeón.

Anónimo dijo...

Precioso el relato y magnifica la carrera, sigue escribiendo y deleitandonos a todos
Un abrazo
Rocio

Anónimo dijo...

Gracias, gracias y más gracias por ser como eres . Por hacer más llevaderos los ratos en los que hemos rodado al límite de nuestras fuerzas. Gracias por llevarme hacia la meta a través de esa interminable avenida marítima. GRACIAS por esta crónica en la que defines cómo nos sentimos en esta carrera y sobretodo defines lo que nos hace amar y seguir este deporte. Me siento orgulloso de tenerte como amigo y compañero de fatigas ,nunca mejor dicho y de alegrías....
Eso sí la crónica es buenísima ,pero tú eres aún mejor persona y mejor runner. jejje Y que decir de la que tienes al lado, que nos sorprendió en Gran Canaria con su presencia y que incluso con venció a algunos para que nos animaran . Gracias Idaira.

 
 
 

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