Cruza Tenerife 2010 (by Isa)

03 mayo, 2010

Se puede hacer o no. Los sentimientos contradictorios a lo largo de 9 horas y 50 minutos. Con esto quiero decirle a mucha gente que la mente domina en muchos momentos. Pero si quieres, puedes. Isa, subiendo hacia La Crucita.

Sobre las 9 de la noche me acuesto acurrucada junto a mis dos hijitos, con la tranquilidad de que todo se encuentra organizado y listo para el día siguiente. Pongo el despertador a las 3.30 y me quedo dormida gracias al calorcito de mis pequeñitos que me deja relajada, adormilada y “a gustito”. Al rato, intuyo a lo lejos la llegada de mi marido, al que le había pedido que saliese a comer fuera para no tener que hacer nada en la cocina. Y me volví “a quedar frita”. De pronto, sin que sonara el despertador, abro los ojos a las 3.15. Mientras retozaba un rato más en la cama, me venía a la mente: “¡para qué tanto sufrimiento!”.
Llegó el momento. Primero bajé por las escaleras, me embadurné de vaselina, me puse el equipamiento y desayuné como siempre: un sándwich de jamón serrano, un kiwi, un cortadito leche y leche; y en segundo lugar, bajo de nuevo por las escaleras hacia el garaje y miro a ver si tengo todo en el coche. ¡Por fin! Todo listo. Ahora rumbo a C. C. Martianez.

Llego con tiempo, pero, eso sí, con los nervios a flor de piel. Veo a los chicos del Tenerife Trail, Emilio, Suso, David,… ahora mismo no me acuerdo de nadie más, lo siento. Estoy más tranquila. Llega la guagua, subimos todos e indecisa dónde sentarme, elijo los asientos de detrás de Suso y David. Emilio decide compartir asiento conmigo:¡qué lujo! Lo único “malo” de esto es que “jo, no paras de hablar, ¡jajaja¡ (es broma). De repente, sin darme cuenta, llegamos a Candelaria y empiezan los nervios y retortijones en el estómago. Empiezo a ver caras conocidas; saludos, besos, risas nerviosas. Intenté saludar a todo el mundo y no quedar mal, pero también necesitaba concentrarme en la carrera y es por ello por lo que quizás no hubiese saludado a alguien. De pronto, comienza la cuenta atrás. Miro a todas partes y, a la vez, no veo nada. Curioso. 10, 9, 8,…, 3, 2,1 y salida.

Ya estoy en la carrera y me encuentro atravesando el arco de salida en mi primera Cruza Tenerife. No pienso en nada, sólo estoy concentrada en correr y en continuar corriendo. Eso sí, al lado de atletas y corredores tan locos como yo, porque no existe otro calificativo para nosotros. Pero, vaya marcha tiene esta gente. Por barranqueras de arena, de piedras,… . Casi ni se ve nada con tanto polvo, pero, ahí estamos, a ciegas y “pa´ rriba”. Mi ritmo es ligero hasta que comienzan las subidas más pronunciadas.

En Arafo, en mi primer avituallamiento, no como, ni bebo; no lo necesitaba. Los chicos comienzan a adelantarme, por lo que mi cabecita empieza a “traquinar”: “yo no sirvo para esto”, “qué hago yo aquí”, “todo el mundo me adelanta”, “me duele la pierna”, “ahora tengo un calambre en el dedo del pie”, “qué vergüenza, tanto entrenar, ¿ para qué?”, “ qué va, me voy a retirar dentro de poco”. Y todo este “comecoco” hasta casi arriba, llegando a la Crucita.

Antes de llegar al segundo avituallamiento, me da un mareo. Me como una “barrita”. Pienso que es de hambre. Al llegar a La Crucita, me veo a Leti y a José Carlos animándome.¡Gracias, chicos!. Es esos momentos, lo más importante es que te animen. Se te ponen los pelos de punta y tiras “pa´lante”. Eugenia estaba también por allí. Me ayudó a rellenar el “camel back”. Sólo decirle: “¡Eres la mejor, y mejórate para correr en alguna pruebita!”. Por arte de magia se me va el mareo.

A partir de aquí se inicia mi gran cruz. Las bajadas. Espero que en la bajada no haya molestado mucho. Supongo que más de uno se rió de mí, ya que, aunque no se lo crean, tuve que bajar por ciertas zonas agarrándome a las ramas e iba bajando de cuclillas para no resbalarme, ni caerme. ¡Madre mía, qué miedo!. Unos decían: “Inclínate hacia delante”; otros: “tendrás los tenis desgastados”. Pues, y yo que sé.
Llegando a la Caldereta, sentí un ligero alivio. Veo a Rodri de 7K y me comenta que voy cuarta y que la tercera se encuentra a 15 minutos. Yo pensaba: “ufff, pero si todavía me quedan 40 kilómetros”. Al lado mío se acopla Arancha de La Palma. Y comenzamos juntas el ´paseíto´, jajajaja, hasta Chanajiga. Ella me comenta que nunca había hecho esa distancia tan larga y que quiere hacer el año que viene La Transvulcania, la larga.
Ella va bien y yo, pues, simplemente voy. Y es que a mí, lo de correr, correr, no me va mucho, prefiero más movimiento y subiditas.

Tranquilamente nos dirigimos a Chanajiga. En el trayecto, nos contamos todo acerca de nuestros retos deportivos. Así que, Arancha, gracias por la charla. Me ayudaste para que se me hiciera más amena las rectas y los toboganes. Llegando al Lagar, ella se quedaba atrás y yo comía mis naranjitas y plátanos. Le preguntaba que cómo iba y ella tan positiva: “ahí, ahí”. Le comento que viene los peores 15 kilómetros, según me comentaban los chicos (Lagar-Montañeta). En fin, ella se iba quedando atrás y yo me acoplé a José Enrique y pienso que íbamos a buen ritmo.

De repente veo a una chica y observo que se trata de una competidora de la “larga”. Se me ponen los pelos de punta y pienso “ si no soy tan mala corriendo”, “si llegara tercera, sería impresionante”, “ahora toca apretar”. Corría al mejor ritmo que pude. Jose Enrique hacía lo mismo. “Gracias, máquina”. En ese tramo tan inmensamente largo, vi a dos chicos, que no recuerdo su nombre. Si ellos leen esto, sabrán quiénes son. Uno de ellos, el año pasado en La Transvulcania, me ayudó desde la bajada a Tazacorte hasta la subida de los Llanos. ¡Gracias!. El otro, en el Hierro este año, en los últimos 2 ó 3 kilómetros de bajada, en donde me ayudó a apretar lo máximo posible, porque tenía una corredora pisándome los talones. Gracias a los dos. Voy a ser sincera. Si veo que puedo llegar al pódium, como no va a ser de otra manera, aprieto lo máximo.

Por fin llego a la Montañeta. Tenía ganas de verla. Dios mío. Se me hizo eterno. Ahora comienza de nuevo mi gran cruz: la bajada de unos 6 kilómetros. Iba pasito a pasito, no me imaginaba que fueran tan infernales. Me duele todo. Me acuerdo de todo el mundo y vuelvo a preguntarme que cómo narices corre toda esta gente. Que si se inclinan hacia delante o hacia atrás. En fin, yo sigo a mi ritmo. A pocos metros de la bajada del medio kilómetro vertical, miro hacia arriba y veo a la chica que había adelantado. Bajaba como un bólido. Pero cómo lo hace, si va volando. Después le pregunto. Y llegué a la meta.
Termina esta historia con la búsqueda de mi familia tras la meta. Cojo a mi niña y se pone a llorar y es ahí cuando realmente me sentí orgullosa de que puedo completar una carrera de tantos kilómetros. Entera y sana.
Isabel Allgaier.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Isabel,

Eres una gran mujer, madre y deportista. Te felicito por esa carrera tan vivida y sentida.

A seguir así Isa,
JM Rocha

Javi dijo...

Me ha gustado mucho tu relato, muy emocionante.
Cuando Jose Enrique y yo te vimos subiendo La Crucita nos dijimos "Tenemos que ir bien, porque estamos cogiendo a Isa!", pero nada, no hay manera de quedar por delante tuyo en ninguna carrera. Crack!
Felicidades por tu carrerón

Felicidades Isa. Que mérito tiene los tuyo. Sacando tiempo de donde no lo hay para cuidar de la familia, entrenar, trabajar...sigue así.
Un abrazo

Muchos nos sentimos reflejados en tu relato.
En toda carrera hay 2 momentos en los que piensas: 1º ¿que hago yo aquí, con lo que estoy pasando?(encima mi familia piensa que estoy como una cabra); 2º !Menos mal que vine!
Saludos y ánimo.
Nos vemos en la Transvulcania
Paco Clemente

 
 
 

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